Para mi, lo más importante antes de contarte mi experiencia como au-pair en Australia, es dejarte claro que en el mundo de las nannies hay tantas experiencias como familias.
Cada familia es un mundo y tiene su propia forma de entender la vida, por eso es muy importante intentar conocer al máximo las peculiaridades de la familia antes de llegar.
La clave para que pueda funcionar bien es ser sinceros con lo que buscamos y lo que aceptamos (aunque luego, como en las entrevistas de trabajo, te pueden engañar).
Leer opiniones está muy bien. Te puede ayudar mucho a mejorar tu experiencia y a no cometer los mismos errores que otros, pero no te dejes llevar por ellas.
Te animo a que, si estás pensando en hacerlo, leas lo que leas, lo hagas
Mi familia Australiana
Contacté con mi familia de acogida gracias a Facebook. Desde España hice varias videollamadas con ellos, y me explicaron un poco lo que estaban buscando.
La familia era franco-australiana y el objetivo era que los cuidase un par de tardes a la semana y les hablase un poco en francés. La idea era muy bonita, pero con niños de 7, 5 y 2 años no es tarea fácil. Con el pequeño aún había posibilidades, con los otros dos…
Mis condiciones de trabajo como au-pair en Australia
Mi horario de trabajo era muy bueno. En principio, solo tenía que trabajar dos o tres tardes a la semana y cuidar de los niños más mayores (o eso se suponía). Así que tenía tiempo para ir a la escuela por la mañana y cuidar de ellos por la tarde.
No tenía que ayudar con las tareas del hogar y, como trabajaba menos de 20 horas a la semana, no me pagaban nada. Me ofrecieron el alojamiento y la comida.
Tenía una habitación y un baño privado para mi sola, y vivía en la planta baja de la casa donde solo dormía yo. El resto de la familia dormía y hacía vida en la primera planta.

Vivían en Corinda, que se encuentra a unos 40 minutos del centro (25 minutos en tren, más 15 minutos andando hasta la casa). Yo tenía que hacerme cargo de los gastos del transporte público. En Brisbane es bastante caro y supone un gran coste. Desde Corinda eran casi 3$ por trayecto y no existe el bono transporte.
Aunque no me pagaban, decidí aceptar porque trabajando solo dos o tres días a la semana, un par de horas al día podía buscar otro trabajo.
Mi experiencia viviendo con ellos
Mis primeros días en familia
Al principio, la familia fue encantadora y muy detallista conmigo. Vinieron a por mi al aeropuerto y me decoraron la habitación con mi color favorito. ¡Todo un detalle!
Para el primer día, me organizaron una salida familiar en bici para poder sobrellevar mejor el jet-lag (salímos a las 6 de la mañana). Con la madre, hablaba muchísimo por las noches y nos entendíamos bastante bien. El marido no estaba mucho en casa, pero como hablaba francés y yo lo hablaba mejor que el inglés, era más fácil entablar una conversación con él.

Aunque yo no tenía que ayudar con las tareas del hogar, a veces por voluntad propia ayudaba con ellas. Por ejemplo, si habían hecho el desayuno, yo lo recogía o recogía la ropa de los niños para ayudar a la madre.
Primeras mentiras como au-pair
Ya desde el minuto uno tuve que cuidar a los tres niños. Los hermanos se llevaban fatal, lo que hacía difícil cuidarlos a los tres juntos. Además, no me contaron que el mayor de los tres niños tenía autismo, un detalle que es bastante importante.
Yo al principio notaba cosas raras. Sus enfados era descontrolados y su rabia muy intensa por cosas muy pequeñas. Pero no fue hasta el cuarto mes, cuando la madre me lo contó.
La niña era un demonio porque los padres la mimaban mucho por ser la única niña. Nunca en mi vida he conocido a alguien igual. El monstruito les pegaba a sus hermanos, e incluso les mordía haciéndoles sangre.
Costumbres raras de mi familia australiana
Los niños tenían la mala costumbre de tirar la comida al suelo. Una de las veces no pude evitar decirles algo, y la madre me dijo que eso era algo normal, que todos los niños lo hacían. Os podéis imaginar mi cara.
El tema de la televisión era aún peor. Se ponían como locos si nos le dejabas verla, e incluso le llegaron a pegar a su madre alguna vez por esto. A veces, se levantaban a las 5 de la mañana a escondidas para ver la tele ¡Otro nivel!
En las terapias con mi madre, donde le explicaba mi frustración, ella me decía que yo ahí no estaba para educarles, sino para cuidarles. Pero por mucho que quieras, hay cosas que son difíciles de dejar de lado aunque no sean tus hijos.
Hubo momentos que pensé que lo peor que te podía pasar en la vida era ser madre
Mi vida como au-pair en Brisbane
Conforme iba pasando el tiempo, me fijaba mejor en pequeños detalles y entendía mejor las conversaciones. La madre muchas noches, cuando los niños dormían, me decía que no fuese madre nunca, y acompañaba nuestras charlas con un cubata cargado de Bombay. Los cubatas dobles se empezaron a convertir en costumbre para ella, hasta que un día el marido le dijo que tenía que parar.
La pobre, decía que el cubata era más barato que el psicólogo y más efectivo, ya que con los problemas del mayor, la terapia no había funcionado.
Empezaron a invitar a los amigos de los niños cuando me tocaba cuidarlos, y de cuidar a 3 pasé a cuidar a 5 o 6 niños. «Carmen, no te importa ¿verdad?» Esa era la frase que me decían las madres cuando me traían a los niños.
No me habría importado cuidar a los amigos, si hubiesen sido niños fáciles. Ya sabes: jugar a la pelota, juegos de mesa, etc. Pero con ellos todo eran peleas, gritos y escapadas.
La niña estaba acostumbrada a pelearse y salir corriendo fuera de casa. La puerta no tenía pestillo y la niña podía abrirla ella sola. Varias veces le dije a la madre que no podía atender al niño de dos años y salir corriendo por la carretera a por la niña de 5 años. Siempre me decían que no pasaba nada, que eso lo hacía siempre, y siempre volvía.
Luego, empezaron a preguntarme por qué no había recogido la lavadora o había ayudado en casa con las tareas, cuando realmente ellos me dijeron que solo tendría que cuidar a los niños. Creo que, como vieron que a veces lo hacía por voluntad propia, le cogieron el gusto. Sobre todo la mujer.
Al principio, estaba muy motivada y preparaba muchas tareas para jugar con ellos: manualidades, juegos de mesa para niños de su edad, disfraces, etc. Pero no les gustaba nada. Solo querían ver la tele y la madre lo tenía totalmente prohibido.
Los primeros meses jugaba con los niños, incluso cuando no me tocaba estar con ellos. Pero con el tiempo, dejé de salir a jugar y me quedaba en mi cuarto o fuera de la casa con amigos.
La horrible higiene de mi familia autraliana
Los niños eran muy desordenados y los padres un poco desastre. La casa siempre estaba muy sucia, yo intentaba limpiar. Incluso me propusieron pagarme por la limpieza, pero es que era imposible mantener la casa limpia más de una hora. Llegó un punto que empecé a comprarme la comida para mí porque me encontré hasta pelos en el frigorífico.
Mi objetivo era quedarme con ellos hasta febrero, pero a finales de diciembre llegó mi punto máximo de paciencia y les dije que me iba. Los niños ya me veían como una más de la familia y eso implicaba que podían pegarme como a su madre.
El día que el niño me pegó, la niña salió corriendo por la carretera y el mayor se volvió loco, decidí que era el momento de marcharme. No tenía por qué aguantar más y me busqué un piso.
¡Año nuevo, vida nueva!

Hay otras mil millones de anécdotas que provocaron que me fuese, pero creo que tampoco es necesario hacer sangre de lo ocurrido.
Otras compañeras me dijeron que en cuestiones de educación australiana habían vivido algo parecido. Los niños tienen cero disciplina, y desde mi punto de vista están un poco asalvajados.
Mi recomendación es que no aguantes situaciones incómodas o irrespetuosas. Esta experiencia tiene que ser bonita y no una forma de que alguien te explote. Si necesitas quedarte porque no encuentras trabajo, no te desesperes y mucho ánimo. Yo he pasado por lo mismo, pero al final pude encontrar trabajo en Brisbane fuera de la familia. Así que, ¡ANIMO!
A día de hoy, al único que echo de menos es al mayor. Aunque era un niño difícil, pasábamos buenos momentos juntos. Me «enseñaba» a leer inglés, me ayudaba con los deberes y hacíamos manualidades de Harry Potter juntos. Siempre le voy a recordar con cariño, aunque supongo que el se olvidará pronto de mi.
A veces, me arrepiento de haberme ido. Me siento mal por haber tirado la toalla, pero hay momentos en los que es mejor tirarla antes de llegar al límite.
¡Mucha suerte en vuestra experiencia!